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Niñas con historia, pero sin lugar en la Historia

7 OCTUBRE 2025

Con el objetivo de visibilizar las múltiples formas de discriminación y violencia a las que se enfrentan las niñas en todo el mundo, desde 2011, el 11 de octubre. se conmemora el Día Internacional de la Niña

Día que nos invita a reflexionar sobre las desigualdades que aún enfrentan en todo el mundo y a llevar a cabo una revisión crítica de cómo se les ha tratado en los relatos históricos.

La historiografía ha excluido, a la infancia, sistemáticamente de los relatos oficiales, y dentro de ella, las niñas han sido especialmente silenciadas.

Pocas veces se las nombra, se las representa como objetos pasivas o subordinadas, o se reduce su existencia al ámbito doméstico y familiar.

Pero, aunque pueda sorprender, su rol en procesos sociales, culturales y políticos ha sido mucho más significativo de lo que reflejan los relatos oficiales.

Todas sabemos ya que los libros de historia fueron escritos por adultos hombres, para adultos hombres, y protagonizados casi exclusivamente por estos también.

Durante siglos, las niñas han sido conceptualizadas desde una mirada adulto céntrica, que las considera “en formación”, sin autonomía ni capacidad de agencia. Esta perspectiva, profundamente ligada a las estructuras patriarcales, no solo les niega voz en el presente, sino también en la construcción de la memoria colectiva.

Esa cultura del silencio y la obediencia ha sido una forma de censura. Y, sin embargo, muchas niñas rompieron esa norma: hablaron, resistieron, escribieron, crearon, lucharon… pero pocas veces entraron a los libros de historia.

Esta omisión responde a una lógica de género que desestima lo infantil y lo femenino como categorías sin valor político.

Por todo lo expuesto, reconocer a las niñas como sujetos de la historia, implica desmontar esa doble invisibilización y repensar críticamente qué historias se cuentan, desde qué perspectiva y con qué omisiones.

Hoy conoceremos a algunas de estas niñas, injustamente borradas de la historia, que desafiaron las constricciones sociales de su época y protagonizaron acciones significativas, muchas veces a un alto costo personal.

La Historia de la Música no se entendería sin la contribución de Wolfgang Amadeus Mozart. Sin embargo, esta disciplina no ha considerado oportuno evidenciar el prodigio de su hermana, María Anna Mozart (1751-1825) diestra en tocar pianoforte y el clavicémbalo. Lo hacía con tal maestría que, hasta su padre, compositor y músico, quedaba fascinado al escucharla.

Su talento en la música, incluso superior al de su hermano, se vio trucado con 18 años, cuando su padre la apartó del panorama musical elitista para que Anna dedicara su tiempo, exclusivamente, en buscar un esposo. Y así, sin más, la sociedad patriarcal del siglo XVIII cercenó a la música de una

de sus mejores intérpretes y borró de la historia a esta niña prodigiosa.

A principios del siglo XX, la joven ucraniana Clara Lemlich (1886-1982) a los 16 años lideró una huelga de más de 20.000 obreras textiles en Nueva York en 1909.

Y aunque casi nunca es nombrada cuando se habla de la lucha laboral y sindical, su discurso encendió una rebelión que cambió para siempre las condiciones laborales de las mujeres.

Al subirse al podio para hablar dijo: “No tengo más paciencia para charlas, ya que soy de las que siente y sufre por las cosas que se han mostrado. Propongo que vayamos a una huelga general. . . ¡ahora!...

Los patrones de los talleres no son precisamente ‘hombres ilustrados’, y las mujeres son para ellos parte de las máquinas que están haciendo trabajar “.

Sus palabras denotan el claro compromiso que Clara como trabajadora explotada, tenía con el resto de trabajadoras.

Desgraciadamente, la valentía de Clara Lemlich no se nombra ni se estudia cuando en los libros de historia se nos explica la importancia que los movimientos obreros de principios del XX tuvieron para la consecución de derechos para los trabajadores y trabajadoras.

A Anna Frank (1929-1935), le fue robada la infancia por la barbarie humana.

Durante la ocupación nazi, Ann Frank escribió un diario, regalo de su familia por su 13 cumpleaños. Y que se convirtió en símbolo del horror del Holocausto.

Este documento constituye uno de los testimonios más conmovedores del terror que vivieron miles de judíos.

Hoy su figura es ampliamente conocida, pero suele ser presentada más como símbolo que como autora: se destaca su vulnerabilidad, pero no siempre su capacidad de observación crítica y escritura reflexiva.

Si Anna hubiese sobrevivido al campo de concentración en el que falleció solo unos días antes de la liberación, se hubiera convertido en una gran escritora. El análisis de su diario, desde el punto de vista literario, es una obra maestra realizada por una niña adolescente.

Más cercana en el tiempo es Malala Yousafzai (1997) activista pakistaní defensora del derecho a la educación y de las mujeres. Con solo 11 años, comenzó a escribir un blog denunciando la prohibición talibán que impedía a las niñas asistir a la escuela. Su activismo la llevó a ser víctima de amenazas que acabarían en un atentado contra su vida cuando contaba con solo 15 años.

Afortunada sobrevivió y abanderó una lucha feminista que le valió posteriormente, ser merecedora del Nobel de la Paz. Siendo Malala la persona más joven en recibir tal galardón. Su caso evidencia tanto la potencia transformadora de las niñas como la violencia que enfrentan cuando interpelan al poder.

Ellas son solo un ejemplo de numerosas niñas en distintas partes del mundo que participan en movimientos ambientales, feministas, por los derechos humanos o contra la violencia institucional: Greta Thunberg, Monisa, Amika George, Emma González… Sin embargo, continúan enfrentando formas específicas de deslegitimación: se las considera “demasiado jóvenes para opinar”, se minimiza su participación o se les exige una adultez precoz sin otorgarles reconocimiento pleno.

Incorporar la perspectiva de género en la mirada sobre la infancia implica romper con la idea de la niñez como una etapa neutra o apolítica, y comenzar a construir una historia más inclusiva y representativa.

Por tanto, podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que las niñas han hecho historia, aunque rara vez se las nombre como protagonistas. La conmemoración del 11 de octubre es una oportunidad para reivindicar sus derechos, pero también para interpelar críticamente la construcción de la memoria histórica y exigir una narrativa más justa e inclusiva.

Ana Moruno Rodríguez

Historiadora del Arte


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