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Pino Ojeda

Escritora y artista plástica. 

María del Pino Ojeda Quevedo, Pino Ojeda, nace en el Palmar de Teror, Gran Canaria, en 1916. Sus padres son Rafael Ojeda y María Jesús Quevedo. Es hermana de 6 varones, de los que varios fallecen a edades muy tempranas, y de otra niña, Juanita, que muere con tan solo 20 años. Con ella Pino tuvo una relación más estrecha y su pérdida supuso para la autora un duro golpe.

La familia lleva una vida sencilla en su finca terorense. A Pino siempre le pesó no haber podido disfrutar un poco más de su madre, mujer de carácter que la trataba con dureza. Su padre, a quien describía como un hombre desprendido, generoso, fue más cercano a ella. Pino se aficiona gracias a él a la lectura, en las tardes en que, sentados en un banco de la plaza, le leía Las mil y una noches. Pero Rafael debe marcharse a Cuba en busca de sus dos tíos maternos, un viaje largo y penoso del que volverá enfermo y envejecido años después. Es entonces cuando se mudan a Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria, barrio antiguo y silencioso que ella define como “lo más parecido a un convento”.

En los años 20 Pino estudia en un colegio público de Las Palmas y, durante la adolescencia y como alumna libre oyente, cursa las asignaturas que son de su interés. En la República su profesor de literatura del bachillerato será el escritor surrealista Agustín Espinosa. También recibe clases particulares de música en el Ayuntamiento de Las Palmas, con el profesor Andrés García. En esos años no obtiene titulación: era frecuente entonces que las mujeres estudiaran para ir mejor preparadas al matrimonio, no con el fin de seguir carreras profesionales, por lo que a menudo no se presentaban a los exámenes para obtener el título que certificara sus estudios.

De hecho, Pino acabará abandonando los suyos para centrarse, precisamente, en formar una familia con Domingo Doreste Morales, representante farmacéutico al que conoce cuando ella apenas tenía 14 años. Tras 7 de noviazgo, Pino y Domingo se casan en 1937. Pese a los deseos de ella de ser maestra, los planes de la pareja de formar familia numerosa (querían tener 12 hijos) y la incomprensión del marido, que no entiende para qué debe estudiar si va a dedicarse a su casa, la llevan a apartarse momentáneamente de los estudios. Desde los 18 años, eso sí, trabaja de secretaria en distintos lugares en Gran Canaria y Tenerife para solventar su complicada situación económica, pues su padre había fallecido sin dinero que dejar a la familia. De mayor Pino recordará lo abrumada que se sentía como muchacha joven e inocente bajo el escrutinio de los rudos hombres de campo con los que coincidía en su trabajo.

A los 9 meses de su matrimonio se producen dos acontecimientos de vital importancia para Pino. Su marido es “llevado” (así lo subraya ella) a luchar en la Guerra Civil Española un día del Pino, precisamente, el 8 de septiembre; el 24 nace su hijo Domingo. El primer poema de Pino, In memoriam, escrito con 23 años, lo dedicará al recuerdo de su esposo muerto en una guerra de la que ambos sabían que no iba a volver: él le advierte que no piensa matar a nadie y que irá a la lucha con su arma descargada. 

La pérdida de Domingo es para ella un trauma durísimo que la sume en una profunda depresión y que marcará el tono de su escritura. Pino no podía ni amamantar a su hijo durante los primeros meses. Años después de enterrarlo en el Valle de los Caídos, cuando los restos le son devueltos en una cajita que llega a Gran Canaria en barco, Pino siente que su marido no puede estar ahí, y se emociona pensando que va a volver a encontrarlo. Toda la vida siguió casada con su Domingo, su primer y único compañero.

Entonces tiene que volver a trabajar para mantener a su hijo, pues su situación monetaria en los primeros años de viudez es angustiosa. Tal era la indefensión a la que las mujeres solas estaban sometidas en una España en la que no se les permitía ni tener su propia cuenta bancaria, que tiene que ser su cuñado Juan Rodríguez Doreste quien pida para ella (en el Franquismo las mujeres tampoco podían hacerlo) un préstamo para abrir la librería Flores y libros en la capital grancanaria. La experta Blanca Hernández Quintana subraya la importancia que para Pino tuvo siempre lograr la independencia económica, y cómo la obtuvo dedicándose a actividades nada usuales para una mujer de su tiempo.

Los años 40 y 50 supondrán la eclosión de Pino Ojeda como escritora y artista plástica, editora y galerista: conoce al pintor Juan Ismael, quien será ya para ella como un hermano. Es quien la introduce en la revista Mensaje (1945-1946) editada en Tenerife, donde ella empieza a darse a conocer como poeta. La propia revista publicará su primer libro, Niebla de sueño, en 1947.

A comienzos de la década de los 50, siendo colaboradora de publicaciones nacionales y foráneas como Poesía Española, Estafeta Literaria o Profil Littéraire de la France, Pino funda desde Gran Canaria y costeándola con sus propios ahorros la revista Alisio. Hojas de poesía, de la que va a dirigir todos los números. En ella participan inmensas figuras de la literatura y la plástica de las Generaciones del 27 al 50: ellos, entre los que se cuentan Gerardo Diego, Pedro Salinas, Ventura Doreste, Juan Ismael, Manolo Millares o Vicente Aleixandre. Y ellas, claro, mujeres como Concha Zardoya, María Beneyto, Carmen Conde, Angelina Gatell o Chona Madera, a la que la unirá una intensa amistad. El proyecto pretende tender puentes entre las y los artistas canarios y sus colegas peninsulares con una propuesta estética que aúna palabra e ilustración. 

En estos años, Pino Ojeda se labra su reconocimiento como escritora a nivel nacional y dentro del propio gremio de autores: gana el accésit del premio Adonais con su poemario Como el fruto del árbol en 1953; al año siguiente es finalista del premio Nadal con su novela Con el paraíso al fondo (inédita hasta 2017); en 1956 recibe el premio Tomás Morales por La piedra sobre la colina, un extenso poema dividido en 12 estancias que no ve la luz hasta 1964. Realiza lecturas y recitales en Madrid y Barcelona, traba lazos de amistad y mantiene una relación epistolar habitual con Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas o Carmen Conde, entre otros y otras. «No solo se carteaba con los escritores sino que se los traía a casa», comenta su nieto Domingo Doreste a propósito del Nobel de Literatura Vicente Aleixandre, que se hospedó en su casa de Escaleritas y quien también fue gran amigo de la poeta (de La voz alada de Pino Ojeda, Carmen Delia Aranda, Canarias7). 

Su obra empieza entonces a figurar en colecciones como Poesía femenina española viviente (1954), de Carmen Conde, o Panorama antológico de poetisas españolas (siglos XV a XX), de Luz Marina Jiménez Alfaro, por citar dos publicadas por mujeres.

En el ámbito de la plástica, fiel al autodidactismo que siempre había practicado, en 1947 ingresa en la Escuela Luján Pérez, todo un referente en la formación de artistas insulares, aunque ya pintaba antes de iniciar esta formación. En 1955 expone por primera vez en la III Bienal Hispanoamericana de Arte de Barcelona y, dos años más tarde, se le dedica una exposición antológica en el Instituto de Estudios Hispánicos del Puerto de la Cruz en Tenerife. En los años siguientes se continúan las exposiciones (Biblioteca Nacional de París, Galería Grifé & Escoda de Mallorca, Ateneo de Barcelona, Galería St. Paul de Estocolmo...), los premios (Primer Premio del Certamen Nacional de Artes Plásticas, Primer Premio de Pintura en la XII Exposición Regional de Bellas Artes del Gabinete Literario de Las Palmas…) y la formación, pues seguirá estudiando en las Academias Municipales de Las Palmas, en la Escuela Superior de Bellas Artes de la capital grancanaria (ahora sí obtiene la titulación superior correspondiente) y cursa estudios de cerámica con el maestro Eduardo Andaluz. Antes de fallecer en Las Palmas de Gran Canaria en 2002, Pino Ojeda Quevedo habrá expuesto además en Italia, Alemania, Suecia, Suiza o Estados Unidos. En pos de esa carrera internacional debe dejar a su hijo al cuidado de su madre, algo insólito en una mujer de su tiempo. 

Un hito en su devenir artístico, ahora como empresaria, es la fundación en los años 50 de la Galería Arte en el paseo de Las Canteras (zona turística y alejada del ambiente culto que imperaba en el barrio de Vegueta), donde se expone y vende la obra de numerosos artistas plásticos nacionales y extranjeros. La misma mujer que se ve obligada a cesar en la edición de su revista Alisio y a traspasar su librería por motivos económicos, lejos de amedrentarse, se convierte en la primera en Canarias en abrir un negocio de estas características.

A pesar del prestigio, el respeto y el reconocimiento que Pino Ojeda Quevedo cosechó en vida, de haber sido su obra premiada y reseñada muy favorablemente, de estar incluida en antologías o de contar con su propia y detallada biografía (Pino Ojeda: Pintora y poeta, Juan Francisco Santana Rodríguez, 2008), continúa siendo una gran desconocida para el público lector, pues, comparativamente, es muy poca su obra publicada frente a los numerosos trabajos inéditos que se conservan (afortunadamente, atesorados por su familia). Este desequilibrio se ha visto aliviado gracias a las dos compilaciones que la profesora Blanca Hernández Quintana le ha dedicado en 2016 y 2018. Sin embargo, advierte Quintana, «falta la segunda parte: revisar el canon literario. Está hecho por hombres y solo figuran hombres. Poetas buenas como Pino Ojeda las ha habido» (de La voz alada de Pino Ojeda, Carmen Delia Aranda, Canarias7). 

Ya mayor no abandona su afán de autoformación y aprende a utilizar programas de dibujo en el ordenador, que usará como parte de su creación pictórica. La profesora Hernández Quintana recuerda la alegría y la seguridad con que manejaba estas nuevas herramientas. 

Antes de morir se le concede el título de Hija Adoptiva de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y es nombrada Hija Predilecta del Municipio de Teror. En 2000 se celebra en el Casino de Las Palmas la I Exposición “Pioneras del Arte”, dedicada a Lola Massieu, Jane Millares y la propia Pino.

En el centenario de su nacimiento (2016), esta gran escritora, pintora y empresaria incomprensiblemente olvidada fue homenajeada por su nieto Domingo Doreste González en la película documental La habitación del fondo, que recrea su vida y recoge múltiples testimonios sobre su figura. En 2018, el Gobierno de Canarias le dedica el Día de las Letras Canarias. 

*Texto: Elisa Falcón Lisón, Licenciada en Historia del Arte y Guía Oficial del Gobierno de Canarias.


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