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Patricia Guerra

Deportista olímpica. Vela. 

Patricia Guerra Cabrera nace en Las Palmas de Gran Canaria el 21 de julio de 1965. Comienza a navegar a edad temprana y siempre demostró atracción por los deportes. Su primer contacto con la vela fue a la edad de 11 años, en un cursillo en Puerto Rico, actividad que seguiría practicando en el Real Club Náutico de Gran Canaria. Además, y como deporte escolar, jugaría en el colegio de las Teresianas de Las Palmas de pívot al baloncesto (pudo llegar a ser una gran baloncestista con su 1’81 de estatura) y era también atleta (practicó el salto de altura, corrió los 100 metros vallas y carreras de relevos). Patricia compatibilizaba estos deportes con la vela, pero su padre, Juan Guerra, ya fallecido, consideraba que le quitaban demasiado tiempo, por lo que la hizo escoger una sola disciplina. Vivir en las Alcaravaneras, muy cerca del Real Club Náutico en el que Patricia tenía a sus primos y amigos, y el hecho de ser un deporte que podía practicar con disfrute los fines de semana, la llevó a decidirse por el último.

Patricia seguirá compitiendo y formándose en distintas categorías de vela en el Real Club Náutico de Gran Canaria hasta que en el año 1983 decide irse a estudiar Derecho a la Universidad Central de Barcelona. Fueron años importantes para la vela femenina a nivel olímpico pues, tras los Juegos de Los Angeles 1984 (donde los regatistas canarios Luis Doreste y Roberto Molina ganarían la medalla oro), por primera vez en la historia de la vela olímpica se incluyó una categoría femenina en Seúl 88. 

Patricia se une entonces a su compañera y amiga Adelina “Mimi” González (Mimi es Doctora en Ciencias del Mar por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, ejerce como docente en dicha universidad y ha sido patrona de la primera tripulación femenina de vela latina hace más de 20 años). Juntas compiten y logran clasificarse para los Juegos Olímpicos de Seúl, con lo que se convierten en la primera tripulación femenina española en participar en unos Juegos en este deporte. De esta experiencia, en la que el tándem de regatistas logró un décimo puesto, Patricia recordaría años más tarde sobre todo el calor del público en la ceremonia inaugural: «Fue un momento increíble, la conexión de la vela con el público es cero y aquello sí me llegó. El estadio se te venía abajo, una imagen difícil de olvidar» (en La Provincia. Diario de Las Palmas).

La experiencia de participar en sus primeras olimpiadas fue, en sus propias palabras, «muy especial e increíble, conseguida tras los muchos años de duro trabajo y sacrificios que suponen la vida de todo deportista». Patricia tuvo que adaptarse y aprender a navegar en un barco distinto a aquellos con los que había trabajado antes, y competir a nivel mundial contra grandes regatistas. «Todo un aprendizaje lleno de estímulos y de energía. Cierto es que en aquellos años las ayudas económicas no eran demasiadas, pero aun así seguíamos compitiendo con mucha ilusión por conseguir nuestros objetivos», expresa la campeona. 

Pasada la experiencia de Seúl Patricia sigue residiendo en Barcelona, donde prosigue su carrera deportiva con la clara determinación de continuar compitiendo y con su próximo objetivo puesto en los Juegos de Barcelona 92. Para ello formaría una nueva tripulación junto con Theresa Zabell Lucas (única deportista española que ha ganado la medalla de oro en dos Juegos Olímpicos, Barcelona 92 y Atlanta 96, considerada la mejor navegante de nuestra historia deportiva), quién se convertiría en su nueva compañera y patrona de embarcación. Juntas conseguirían el gran triunfo en las olimpiadas de Barcelona. Antes, en 1991 se convierten en campeonas europeas en Bergen (Noruega); repiten gesta en 1992 en el europeo de Nieuwpoort, Bélgica. Se hacen también con el Campeonato Mundial de Rota (España), de nuevo en 1992, y en el 93, en Crozon-Morgat (Francia), obtienen la plata. 
Pero el mayor logro de esta pareja de deportistas será alcanzar para España la medalla de oro en los Juegos de Barcelona 92 («La beca ADO fue la gran diferencia. Antes de 1992, las ayudas eran mínimas»). Con este éxito obtenido un inolvidable lunes 3 de agosto, Patricia se convertirá además en la primera y todavía única deportista canaria en ser campeona olímpica (si bien el deporte paralímpico nos ha brindado a otro número uno en el podio, la joven nadadora Michelle Alonso). De los juegos que la encumbraron Patricia recuerda la mucha presión: «[...] fueron muy estresantes; diez días de tensión y en donde te jugabas el esfuerzo de ocho años de trabajo [...]. Llegamos a Barcelona tras tres años espectaculares. Fuimos como campeonas de Europa y del mundo. Teníamos esa presión de ser las mejores. Aparecen los periodistas y la presión mediática. Es algo a lo que no estás habituado». Patricia no se permitió disfrutar en esos días de ningún otro deporte. Solo podía centrarse en el suyo porque, lejos de lo que se podría pensar, “jugar en casa” no suponía para ellas ninguna ventaja de partida, puesto que el resto de los equipos tenían la oportunidad de conocer por adelantado el campo de regatas. A pesar de tanta tensión, también rememora su paso por Barcelona 92 con cariño: «[...] recalco el ambiente familiar de la Villa. Vivías al lado de la zona de regatas, sin tener que pasar por la locura de la ciudad» (Patricia se despertaba comprobando el viento desde su habitación). «El premio de la medalla fue bonito para un deporte como la vela, que no cuenta con un gran seguimiento. Barcelona fue muy especial, salió todo perfecto y eso que empezamos con problemas» (en La Provincia. Diario de Las Palmas).
Los “problemas” a los que aludía la regatista consistieron en una descalificación el día de la primera prueba por una salida prematura. Este varapalo, en principio difícil de superar (nunca ningún deportista de vela, hombre o mujer, había superado una descalificación para ganar un metal olímpico), quedó atrás gracias a una competición impecable en cuya última regata quedaron séptimas, pero sabiendo que el oro les correspondía por puntos. Theresa describiría su triunfo como algo histórico. Especialmente emotiva (aunque Patricia no derramara ni una lágrima) fue la ceremonia de entrega de medallas, donde las regatistas pudieron respirar al fin relajadas y disfrutar. «[...] También recuerdo -lo que hace entre risas- que mi padre estaba allí (junto al resto de familiares), grabando todo en vídeo» (en La Provincia. Diario de Las Palmas). La vela continúa siendo el deporte olímpico en el que España ha cosechado más preseas, 19 hasta la fecha.

Patricia guarda un gran recuerdo de toda su etapa en la competición olímpica, especialmente de su medalla de oro que guarda en casa con muchísimo cariño. De aquella época conserva desde la antorcha con la que corrió por las calles de Las palmas de Gran Canaria hasta los muchísimos telegramas que recibió al conseguir la victoria. «Fueron días de locura, de una emoción intensa y que me encanta revivir y recordar cada vez que se aproximan unos nuevos Juegos Olímpicos», relata Patricia emocionada.

Tras su victoria, Patricia continuará compitiendo unos años más en 470 Femenino y lo compaginará con otras clases de barcos de mayor eslora y formando tripulaciones mixtas, buscando nuevos retos y nuevas experiencias en su deporte. En el año 1995 se muda a San Diego (Estados Unidos), donde vivirá 2 años y seguirá estando vinculada al mundo de la vela.

En el año 1996 vuelve a España para instalarse de nuevo en Barcelona, donde retoma su trabajo con abogada. Un año más tarde se casa con el también regatista americano Robert Hopkins. Ya para entonces Patricia empezaba a pensar en volver a casa, a vivir en Gran Canaria. Y allí será donde, a partir del año 2000, nacerán sus tres hijos: Carlota y los gemelos Ian y Gabi, de 20 y 16 años respectivamente. Al contrario de lo que sucede con algunas y algunos progenitores que no desean para sus descendientes vidas similares a las llevadas por ellos, a Patricia siempre le hizo ilusión que sus vástagos heredasen su amor por el deporte y, si era la vela, mucho mejor. Los tres navegan y sienten una gran pasión por esta disciplina.

De sus años como regatista Patricia hace un balance positivo: «he satisfecho todas mis expectativas y cuento con el consuelo de haberme dedicado con pasión y llegar al máximo [...]» (en La Provincia. Diario de Las Palmas). Desde su paso por Barcelona 92, donde la representación de clases femeninas en vela pasó de una única en Seúl 88 a tres, la presencia de mujeres en la vela olímpica ha seguido creciendo. 

Patricia ha sido reconocida con la medalla de oro de la Real Orden al Mérito Deportivo, la medalla de oro de Canarias y es hija predilecta de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. A día de hoy sigue siendo la única deportista canaria con una medalla de oro olímpica. 
*Texto: Elisa Falcón Lisón, Licenciada en Historia del Arte y Guía Oficial del Gobierno de Canarias.

 

*Texto: Elisa Falcón Lisón, Licenciada en Historia del Arte y Guía Oficial del Gobierno de Canarias.


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