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Devoción y patrimonio encarnados

En el rico patrimonio histórico cultural de Adeje, el religioso ha tenido siempre especial relevancia y, dentro de este, uno tan fugaz como es el intangible, ese que no se puede tocar con las manos, aunque sí con la fe enfundada de la devoción y que se hace real con la Visita Lustral de Nuestra Señora la Virgen de la Encarnación.

La advocación adejera representa a la Virgen María en el instante de la Encarnación del Verbo. Icono sagrado que simboliza la pureza, la dedicación y la fe inquebrantable en el designio divino de salvación, cuando durante la Anunciación el arcángel Gabriel reveló a María que concebiría un hijo por el poder del Espíritu Santo, a lo que ella contestó: «He aquí la sierva del Señor, hágase en mí conforme a tu palabra». En ese momento sucedía la Encarnación: el Verbo de Dios se hace carne. En Adeje este misterio se manifiesta en su altar mayor, presidido por un retablo que cuenta con una pintura de la Anunciación en el ático y con la imagen de la Virgen, además de una escultura de San Gabriel colocada sobre una peana, y en el ornato del techo y de las paredes, en las que se dispone una franja con un texto latino sobre este episodio evangélico.

Fray Alonso de Espinosa, Historia de Nuestra Señora de Candelaria, 1594.

El origen del fervor a la advocación de la Encarnación es muy antiguo (año 381), dado que es uno de los primeros principios de la Iglesia, relacionado íntimamente con la doble naturaleza divina y humana de Jesucristo. En este contexto, la piedad local por Nuestra Señora de la Encarnación en Adeje se vincula al hallazgo de una imagen en sus costas, según recoge el fraile dominico fray Alonso de Espinosa en su libro Historia de Nuestra Señora de Candelaria (1594). De acuerdo a su relato, yendo unos barqueros de La Orotava a pescar a las calmas de La Gomera, encontraron una imagen de Nuestra Señora con un niño en una caleta de Adeje; estos decidieron llevarla a su pueblo, pero el mal tiempo les obligó a refugiarse en el puerto de Garachico, en cuya iglesia depositaron la talla, que a partir de entonces fue invocada por la feligresía como Nuestra Señora de la Luz. Según el testimonio de Bernardo de Acevedo contenido en el Libro de Milagros de La Encarnación de Adeje, hubo un segundo hallazgo: ante el llanto desconsolado de los vecinos adejeros por la falta de su imagen, la Providencia Divina les proporcionó una nueva efigie de Nuestra Señora de la Encarnación a la que edificaron una ermita junto al mar.

Tapices de la Virgen de La Encarnación. Iglesia del Antiguo Convento Franciscano de Adeje.

Con ello se estableció un profundo vínculo religioso cultural en la comunidad que impulsó la veneración a Nuestra Señora de la Encarnación y aseguró la continuidad del culto a pesar de las adversidades vividas. Un legado heredado de su devoción, presente en forma de patrimonio textil (como los tapices donados por la marquesa Magdalena Luisa de Llarena a Nuestra Señora en 1745), documental, mueble e inmueble y festivo religioso que se mantiene vivo a través de su culto.

Dentro de este acervo tienen especial importancia la ermita de la Encarnación y el camino de la Encarnación, documentados en planos antiguos del mayorazgo de Adeje como testigos de la que fue su primera morada (hoy, ermita de San Sebastián) antes de ser trasladada a la iglesia parroquial de Santa Úrsula debido a los continuos ataques piráticos. Este hecho dio nombre al sendero de acceso, hoy llamado camino de la Virgen, ya que el pueblo prometió llevarla cada año a su antigua casa.

Plano de la Casa Fuerte de Adeje, siglo XVIII.

El culto a Nuestra Señora de la Encarnación se manifiesta en la celebración de misas, en la fundación de capellanías, en la promesa comunal de rogativas y en el testimonio de sucesos tenidos por sobrenaturales, documentados en registros parroquiales y públicos. La Casa Fuerte contribuyó con donaciones de vestidos, con el cuidado de la imagen y con la celebración de cultos. Las festividades principales son: el 25 de marzo, la Anunciación; el tercer domingo de Pascua de Resurrección, la tradicional Rogativa a la Virgen de la Encarnación; y, en octubre, la acción de gracias iniciada por un voto vecinal en 1694 tras un milagro que erradicó una plaga de langostas. Los gastos incluían pago por cera, por funciones administradas por el clero, «fuegos de artificio para la función», y música, abarcando costos para el cohetero y «los danzantes por la procesión».

De su ropero y joyero, enriquecidos a lo largo de los siglos gracias a donaciones de particulares, se conserva un inventario de 1754 que detalla diversos elementos, como trajes de diferentes materiales: «un vestido de lama parda, otro de tapicería encarnada, otro de persiana encarnado, otro de tissu, otro asul del nicho, tres mantos asules, uno de chamelote, otro de persiana y otro de lampaso, dos camisas y sus ropas interiores, dos rostrillos con piedras, quatro tocas», rostrillos, mantos, camisas, joyas de perlas, corona y un libro de plata, entre otros. Todo esto se guardaba con recelo —como se conservaba lo valioso— en la Casa Fuerte: «los ornamentos y vestidos de Nuestra Señora de la Encarnación tiene siempre la casa devoción de servir a la Santa Imagen con esto; y lo que se da a la iglesia es teniendo siempre dominio el Señor de esta casa para que se guarden en el oratorio», en baúles con cerraduras cuyas llaves custodiaba el mayordomo de su cofradía.

Libro de Milagros de la Virgen de la Encarnación.

Entre las manifestaciones de religiosidad popular asociadas al culto a Nuestra Señora de la Encarnación en Adeje, existen dos hitos. El primero es la cofradía que promovió su culto desde al menos el siglo XVIII, con referencias anteriores a 1702 que indican que ya existía una cofradía en ese tiempo que organizaba festividades y contaba con mayordomos que la sostenían, por lo que esta debió fundarse desde la centuria anterior. El segundo hito devocional es el Libro de los milagros de Nuestra Señora de la Encarnación, que documenta los prodigios asociados a la imagen y cuyo origen se remonta a la época del obispo Antonio Corrionero (1614–1620). No obstante, se menciona la pérdida de un libro anterior, por lo que Magdalena Luisa de Llarena y Viña solicitó abrir este nuevo compendio en 1745, favor que le fue otorgado en diciembre de ese año. Desde ese momento, Gaspar Gabriel Estévez Gorvalán, junto a un notario, comenzó a recopilar testimonios sobre portentos de habitantes locales y autoridades que narran lo sucedido.

En tiempos más recientes, el título de Alcaldesa honoraria y perpetua de la Villa refleja la devoción contemporánea de los habitantes de Adeje hacia Nuestra Señora de la Encarnación. Fue otorgado, por unanimidad, en sesión extraordinaria del pleno de la corporación municipal celebrada el 18 de julio de 1961 e incluye la donación del bastón de mando como «atributo de su autoridad». Por último, en 1994, durante el 300º aniversario del voto a la Virgen de 1694, el ayuntamiento ratificó el acuerdo y reafirmó la decisión municipal previa que la reconocía como la imagen de mayor devoción, arraigo y notoriedad de la localidad. Asimismo, la Coronación Canónica de la imagen en octubre de ese año también fue un evento significativo en la Villa de Adeje, pues, anhelada por los devotos, fue impulsada por el entusiasmo de la feligresía en la celebración del tercer centenario (1694–1994) del compromiso adejero de festejar a la Virgen tras la liberación de la plaga de langosta.

Pero si algo tiene especial relevancia en torno al culto a Nuestra Señora es la primera referencia (encontrada en el documento titulado Lluvia milagrosa, por la intervención de María santísima de Encarnación [1782]) a una «obligación votada de llevar a la señora de Encarnación de cinco en cinco años al lugar de su antigua morada». Una rogativa lustral a la Virgen de la Encarnación en el siglo XVIII que a través del patrimonio documental y su particular devoción se convierte en real con la IV Visita Lustral de Nuestra Señora la Virgen de la Encarnación.

Patrimonio cultural inmaterial, representación y expresión popular reconocidos como tales por la comunidad adejera, que ha mantenido y ha transmitido la celebración de sus fiestas en Adeje y en sus barrios como ya en el pasado lo habían hecho las gentes de los distintos sectores, como Taucho y Tijoco, con pagos en la celebración de su fiesta, pues en ella «el Verbo de Dios se hace carne».

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