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Nuevas políticas feministas y su enfoque multicultural

14 JULIO 2025

Entendemos la multiculturalidad como el fenómeno que refleja la diversidad cultural en el planeta, abarcando diferentes tradiciones, idiomas, creencias o formas de vida. En este contexto, las mujeres desempeñan un papel crucial como agentes de cambio y preservadoras de la cultura.

En artículos anteriores ya reflexionamos sobre la labor indiscutible sobre la importancia de las mujeres como portadoras y transmisoras de tradiciones, valores y saberes dentro de sus comunidades, permitiendo así, que nuevas generaciones comprendan y valoren su herencia cultural. Su labor en la preservación cultural es, por tanto, esencial para mantener la riqueza de la identidad de cada comunidad.

En contextos de migración, las mujeres juegan un papel crucial en la integración de familias y grupos comunitarios, facilitando el intercambio de experiencias y la creación de redes de apoyo. Es importante poner en valor esto, y recalcar la necesidad de que ellas también sientan el abrazo del lugar que las acoge.

España, a lo largo de su historia, ha sido hogar para diferentes civilizaciones y culturas, lo que ha hecho de nuestro país, un lugar con una rica diversidad cultural.

Esta tradición multicultural de España llega hasta nuestros días. Ya que, en la actualidad, la llegada de migrantes de diferentes orígenes ha enriquecido nuestra sociedad, pero también ha traído consigo retos y complejidades. 

Las mujeres migrantes, en particular, a menudo se enfrentan a múltiples capas de discriminación: no solo por su género, sino también por su origen étnico, religión y estatus migratorio. Esto las coloca en situaciones de vulnerabilidad específicas que requieren un enfoque sensible y diferenciado en las políticas feministas.

Por ello, es fundamental reconocer que el feminismo no puede ser un movimiento homogéneo. 

Las experiencias de las mujeres no son universales. Varían considerablemente según sus contextos culturales, sociales y económicos. Las políticas feministas actuales, en España, deben incorporar esta diversidad y no imponer una única narrativa sobre lo que significa ser mujer. Es vital escuchar y dar voz a aquellas que provienen de diferentes culturas y contextos, asegurándonos de que sus necesidades y perspectivas sean incluidas en la formulación de nuevas políticas.

Sin duda, aún son muchos los retos a los que las mujeres que llegan a nuestro país procedentes de otros lugares deben hacer frente y a los que las nuevas políticas feministas deben dar respuesta.

El mayor de los retos actuales es la violencia y discriminación que sufren. Las mujeres siguen enfrentando serios desafíos, siendo la violencia de género una de las más preocupantes. Ser víctimas de violencia física, sexual y psicológica limita su capacidad para participar plenamente en la sociedad. La discriminación aún está presente en diversas formas, desde brechas salariales hasta la falta de representación en posiciones de liderazgo.

El acceso a recursos públicos tampoco es sencillo. A menudo, las mujeres migrantes tienen menos acceso a la propiedad, a los préstamos, a alquileres, o a las oportunidades laborales. Esto perpetúa ciclos de pobreza y dependencia. Por ello, la inclusión de mujeres, migrantes o no, en la economía es esencial para el desarrollo sostenible y justo.

La multiculturalidad introduce una dimensión adicional en la lucha por los derechos de las mujeres. Las mujeres de diversas culturas, etnias y orientaciones sexuales enfrentan discriminación múltiple. Es fundamental abordar no solo el género, sino también otras identidades como la raza, clase y orientación sexual para garantizar que todas las voces sean escuchadas y que se logre una equidad real.

Además, existe una clara falta de representación en el espacio político que sigue dominada por hombres, lo que hace que las preocupaciones y necesidades de las mujeres no sean escuchadas, entendidas ni atendidas. 

Pero pese a los desafíos que afrontan las mujeres de diversas culturas al llegar a nuestro país, es necesario hacer referencia también a los logros alcanzados en esta materia.

El acceso a una educación pública e igualitaria en España ha significado un cambio en la percepción de la mujer como miembro integral del progreso social y económico, tanto en nuestro país como en los de procedencia. Recibir una educación igualitaria y plural empodera a niñas que serán futuras mujeres con accesos a mejores oportunidades laborales. 

Esta formación les permitirá también ocupar cargos importantes y de poder tanto en empresas como en política.

Cuando las mujeres acceden a educación, empleo y participación política, no solo se benefician individualmente, sino que enriquecen a sus comunidades. La inclusión de perspectivas femeninas en la toma de decisiones contribuye a políticas más completas y representativas, abordando de manera integral las necesidades de toda la población.

Si bien es cierto que las políticas feministas en España han logrado avances significativos en la lucha por la igualdad de género en las últimas décadas, la complejidad de los desafíos que enfrentan las mujeres en la actualidad pone de manifiesto la necesidad urgente de replantear estas políticas. Es crucial que se adapten a la realidad diversa de la sociedad española, integrando no solo la lucha contra la violencia de género y la desigualdad salarial, sino también el reconocimiento y respeto por las distintas identidades, culturas y experiencias que coexisten en nuestro país.

Por ello, las nuevas políticas feministas deben diseñar programas y acciones específicas que aborden no solo la violencia de género, sino también cuestiones como la xenofobia, el racismo y la islamofobia, que también afectan a las mujeres de manera desproporcionada. Solo así se podrá construir un feminismo que realmente represente a todas las mujeres y que trabaje hacia una sociedad más equitativa para todos.

En este sentido, un componente esencial debe ser la ya mencionada educación. Es fundamental promover la sensibilización cultural y la educación en la diversidad desde edades tempranas. De este modo se fomentará el respeto y la comprensión mutua entre diferentes comunidades, pero también la educación nos permite romper con los estereotipos y prejuicios que perpetúan la discriminación.

Las políticas feministas deben, además, incluir planes de formación y reeducación para profesionales de diferentes áreas que les permitan entender mejor las realidades de las mujeres de diferentes culturas. Contribuyendo así, a una atención más comprensiva y respetuosa, ajustándose a las necesidades particulares de cada grupo.

Para terminar, hay que incidir en la necesidad de crear espacios de diálogo donde las mujeres de diversas culturas puedan participar activamente en la definición de estas políticas. Escuchar voces de mujeres provenientes de comunidades marginadas en la toma de decisiones garantizará que sus realidades sean tenidas en cuenta y que las soluciones propuestas atiendan a sus necesidades específicas.

En un mundo cada vez más interconectado, debemos reconocer que la lucha por la igualdad de género es una lucha por la justicia social en su conjunto. Solo mediante un enfoque igualitario, que respete y ponga en valor la diversidad podremos avanzar hacia una sociedad más equitativa e inclusiva.

 

Ana Moruno Rodríguez
Historiadora del arte.


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