El embarazo y el parto son eventos vitales que la mayor parte de las mujeres viven como experiencias positivas. Sin embargo, alrededor de un 13-19%, experimentan síntomas depresivos durante el embarazo y/o después de dar a luz. Estas prevalencias se están incrementando a nivel global, representando una preocupación creciente para los sistemas de salud pública.
Tradicionalmente, a las mujeres embarazadas se las llamaba "mujeres en estado de buena esperanza". Socialmente se entiende que una mujer embarazada o que ha dado a luz, tiene motivos suficientes para estar feliz y ser una persona realizada. Sin embargo, las demandas físicas, psicológicas y sociales que la maternidad demanda, para muchas mujeres son inabarcables y aparecen problemas para poder manejarlo, apareciendo síntomas de tristeza o ansiedad, no siempre justificados por los cambios hormonales.
Según un artículo de la APA (American Psychological Association) de mayo de 2019, la depresión materna a menudo pasa desapercibida y, en muchas ocasiones, no llega a tratarse, porque no se llevan a cabo pruebas de detección universales para detectar la depresión, ni durante el embarazo ni tras el parto.
La depresión perinatal debe ser, según expone la OMS, un objetivo prioritario dentro de los temas de salud para abordar las siguientes décadas. Pero ¿Cómo darnos cuenta?
Sabemos que durante el embarazo y el primer mes después de dar a luz, es un periodo en el que entorno el 80% de las mujeres, manifiestan estar tristes y sintiéndose incapaces de afrontar las demandas que la nueva criatura les ha puesto por delante.
Además, se produce un cambio muy brusco en el modo de vida de las mujeres. "Con el nacimiento de la primera criatura, la relación de pareja sufre una importante transformación. Se establece una marcada diferenciación sexista de las formas de vida de la pareja. Sobre la mujer recae la máxima responsabilidad en las tareas de la crianza y del cuidado de la casa, mientras que el varón continua realizando el trabajo asalariado sin producirse una ruptura brusca en su vida cotidiana. Esta división sexista de los roles se propicia con el sistema social de permisos por maternidad, que hasta hace poco se se concedían solo a la mujer, lo cual liberaba a los varones de las tareas de la crianza, perjudicando las relaciones de pareja y el vínculo paterno filial". Soledad Muruaga, psicóloga feminista
Cuando la sintomatología depresiva se alarga en el tiempo, interfiriendo con la vida laboral, social, familiar.., no podemos dudar en buscar apoyo profesional.
Resulta necesario que las mujeres dejen de sentir culpa o vergüenza por lo que les pasa, por no sentir que un momento en el que parece que deberían ser felices, no lo son o que al menos no lo son tanto como ellas esperaban.
Así que recuerda, cualquier mujer puede sufrir de depresión durante el embarazo o después del parto. Esto no quiere decir que sea una mala madre o una madre incapaz.
"Necesitan analizar, descubrir y compartir con otras mujeres las soluciones que les ayuden a transformar los numerosos aspectos opresivos de sus vidas, específicamente durante el posparto. Han de planificar con sus parejas, de forma realista, el reparto de las tareas de la crianza y de la casa, de modo que las mujeres también dispongan de tiempo propio y puedan participar en la vida social, política, cultural, económica, rompiendo el aislamiento social que suele agudizarse en este período".
Lee el artículo completo aquí: http://www.infocop.es/view_article.asp?id=17039&cat=77
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